Para hacer estas láminas de gran tamaño hemos utilizado:
– Papel blanco
– Lápiz negro
– Rotuladores
– Ceras de colores
– Tijeras
– Periódicos
– Papel charol marrón, amarillo, azul y verde
– Papel dorado para la flauta
– Papel plateado para las monedas
– Pegamento
Había una vez un pueblo llamado Hamelín que estaba lleno de ratones. La gente fue a informar al alcalde de lo que ocurría y éste decidió dar una bolsa con diez monedas de plata a la persona que pudiese solucionar el problema.
Al cabo de unos días un flautista, venido de muy lejos, dijo al alcalde que se llevaría a todos los ratones del lugar y aseguró que nunca más les molestarían. Éste le prometió una gran recompensa si lo conseguía.
Al salir del ayuntamiento comenzó a tocar una suave melodía y, como por arte de magia, empezaron a salir ratones por todos lados.
Muy animados, los ratones siguieron al flautista, que no había dejado de tocar su flauta, hasta un río y allí se ahogaron.
Entonces el flautista fue a ver al alcalde para pedirle su recompensa. Éste se negó a darle la bolsa con las diez monedas de plata que le había prometido.
Muy enfadado salió a la calle y empezó a tocar su flauta entonando una melodía muy alegre. Los niños y niñas del pueblo, al oírla, salieron de sus casas y se fueron detrás del flautista bailando alegremente.
Siguieron bailando detrás del flautista hasta que llegaron a una enorme gruta. Cuando todos los niños y niñas habían entrado, la flauta dejó de sonar y la gruta se cerró. Tenían mucho miedo y gritaban desconsolados para que el flautista les sacara de allí, pero éste se marchó.
Al ver que los niños y las niñas habían desaparecido, los familiares fueron a hablar con el alcalde. Éste, al verse presionado, confesó que no había pagado al flautista y por eso se los había llevado.
Rápidamente el alcalde buscó al flautista y cuando le encontró le dio la recompensa: Una bolsa con diez monedas de plata.
Después, el flautista sacó a los niños y niñas de la gruta y los llevó a Hamelín junto a sus familias. Colorín, colorín, este cuento llegó a su fin.
Las ilustraciones de este cuento se han elaborado con los siguientes materiales:
– Papel continuo blanco
– Un tapón circular para dibujar las cabezas de los personajes, todas del mismo tamaño
– Lápiz y rotulador negros para dibujar y repasar las letras y los personajes
– Papel de periódico para los troncos de los árboles y las almohadas de la cama
– Tijeras y pegamento
– Papel charol para la cama
– Ceras blandas de colores
Érase una vez una niña que tenía una caperuza roja y siempre se la ponía para salir. Por eso todos la llamaban Caperucita Roja.
Un día su mamá le dijo: – Ve a casa de la abuelita que está malita y llévala esta cestita con un poco de sopa, leche y miel. – ¡Vale, mamá! – Y no te entretengas por el camino. – ¡Así lo haré!
Iba alegre y cantando por el camino cuando, de repente, apareció un lobo. – ¿Adónde vas Caperucita? – Voy a ver a mi abuelita que está malita y a llevarla esta cestita con sopa, leche y miel. – ¿Por qué no recoges unas florecillas y se las llevas también? – Sí, seguro que la gustarán mucho.
Mientras Caperucita recogía flores, el lobo fue corriendo a casa de la abuelita. Abrió la puerta, entró y como tenía mucha hambre se la comió.
Después el lobo se disfrazó de abuelita y se metió en la cama. Cuando llegó Caperucita la puerta estaba abierta, entró muy despacito y se acercó a la cama: – Abuelita, abuelita, que orejas más grandes tienes? – Son para oírte mejor. – Abuelita, abuelita, que ojos más grandes tienes? – Son para verte mejor. – Abuelita, abuelita, que boca más grande tienes? – Es para comerte mejor. El lobo se avalanzó sobre la niña y de un bocado se la tragó.
Un cazador que estaba cerca del lugar oyó los gritos y se acercó a la casa para ver lo que ocurría. Miró por una de las ventanas y vio al lobo durmiendo en la cama. Entonces entró sigilosamente para no despertarle. Cogió un cuchillo, le cortó la barriga y sacó a Caperucita y a la abuelita. Después los tres fueron a buscar piedras, las metieron en la barriga del lobo y el cazador se la cosió.
Cuando acabaron se escondieron en el bosque y vieron salir al lobo de la casa. – Me pesa mucho la barriga y tengo mucha sed. Voy a buscar agua para beber.
Andando, andando, el lobo llegó a un río y, al agacharse para beber, el peso de las piedras hizo que se cayera en él. – ¡Socorro, socorro!, ¡qué me ahogo! Al final el lobo se ahogó en el río y colorín, colorado este cuento se ha terminado.