¡Mirad qué bicho!
¡Mirad que raro!
No es ningún bicho,
que es un sapo asustado.
Unas pequeñas manos
lo cogieron con mucho cuidado
y en el agua de una fuente
suavemente lo dejaron.
Pequeños y mayores se acercaron,
con gran curiosidad.
El pobre animalito
no quería mirar.
En un rincón se quedó.
¿Estaba muerto?
Alguien lo tocó
y de sitio lo cambió.
¡Silencio!
¡Silencio, por favor!
Con expectante admiración
vieron al sapo agitarse.
De repente,
con un gracil saltito,
regresó,
sin ninguna dilación,
a su lugar de confort.
Aplausos y emoción
al ver al sapito.
No estaba muerto,
solo quería estar tranquilo.
¡Vámonos de aquí!
¡Dejémosle vivir feliz!