Un áspero muro y un tosco suelo
recibieron a un pajarillo que cayó del cielo.
Sobre sus patas el cuerpo reposaba.
De claro y suave plumaje,
aunque un poco despeluchado
por algunas partes.
Oscuros ojitos y pequeño pico.
No parpadeaba, no piaba.
no se movía,
solo respiraba.
Parecía frágil y desvalido.
con temerosa y expectante miraba.
¡No sabía dónde estaba!
¡Callaba!
Me acerqué a él y lo cogí,
ni un movimiento hizo.
Parecía estar muerto,
parecía estar vivo.
Ahora descansa en el nido,
que hizo su mamá
sobre la rama de una encina,
en donde debió esperar para saltar.