Las ilustraciones de este cuento se han elaborado con los siguientes materiales:
– Papel continuo blanco
– Un tapón circular para dibujar las cabezas de los personajes, todas del mismo tamaño
– Lápiz y rotulador negros para dibujar y repasar las letras y los personajes
– Papel de periódico para los troncos de los árboles y las almohadas de la cama
– Tijeras y pegamento
– Papel charol para la cama
– Ceras blandas de colores

Érase una vez una niña que tenía una caperuza roja y siempre se la ponía para salir. Por eso todos la llamaban Caperucita Roja.

Un día su mamá le dijo:
– Ve a casa de la abuelita que está malita y llévala esta cestita con un poco de sopa, leche y miel.
– ¡Vale, mamá!
– Y no te entretengas por el camino.
– ¡Así lo haré!

Iba alegre y cantando por el camino cuando, de repente, apareció un lobo.
– ¿Adónde vas Caperucita?
– Voy a ver a mi abuelita que está malita y a llevarla esta cestita con sopa, leche y miel.
– ¿Por qué no recoges unas florecillas y se las llevas también?
– Sí, seguro que la gustarán mucho.

Mientras Caperucita recogía flores, el lobo fue corriendo a casa de la abuelita.
Abrió la puerta, entró y como tenía mucha hambre se la comió.

Después el lobo se disfrazó de abuelita y se metió en la cama.
Cuando llegó Caperucita la puerta estaba abierta, entró muy despacito y se acercó a la cama:
– Abuelita, abuelita, que orejas más grandes tienes?
– Son para oírte mejor.
– Abuelita, abuelita, que ojos más grandes tienes?
– Son para verte mejor.
– Abuelita, abuelita, que boca más grande tienes?
– Es para comerte mejor.
El lobo se avalanzó sobre la niña y de un bocado se la tragó.

Un cazador que estaba cerca del lugar oyó los gritos y se acercó a la casa para ver lo que ocurría. Miró por una de las ventanas y vio al lobo durmiendo en la cama. Entonces entró sigilosamente para no despertarle. Cogió un cuchillo, le cortó la barriga y sacó a Caperucita y a la abuelita. Después los tres fueron a buscar piedras, las metieron en la barriga del lobo y el cazador se la cosió.