Abandonado sobre un tejado, ¿quién lo habría dejado allí?
Puede que las ráfagas de viento, puede que algún animalito, puede que cayera del cielo sin poderlo remediar.
Despacio y con gran destreza trepé y trepé hasta ponerme a su lado. Le observé durante un buen rato sin darme cuenta de que el tiempo iba pasando. No me atrevía a tocarlo.
De repente todo quedó en silencio y el juguete me sorprendió:
– ¡Soy para ti!
Entonces me decidí, cerré los ojos y cuidadosamente lo cogí. La maravillosa sensación que experimenté me llevó a pensar que había encontrado algo mágico y singular.
– ¡Eres para mí!
Erguí mi cuerpo y de un gran salto caí al suelo.
Pasamos muchos años de alegrías, años de juegos compartidos…
Años que nunca más volverán porque un fatídico día mi juguete desapareció y con él no pude irme yo.