
Había una vez un manzano que tenía muchas manzanas. Un día una de ellas saltó y cayó al suelo. ¡Qué divertido!, exclamó.

Rodando, rodando llegó a un río y se metió en el agua fresquita. De repente un pez se acercó a ella: – ¿Qué haces en el agua manzanita? – He venido a darme un baño, respondió. – ¿Quieres jugar conmigo?, preguntó el pececillo. – ¡Vale!, dijo la manzana. Los dos estuvieron divirtiéndose todo el día.

Las demás manzanas, al ver lo que había hecho su compañera, decidieron saltar también. Entonces el manzano se quedó vacío y silencioso.